SENDERO DEL PUMA, EN EL CERRO JABONCILLO (31/08/2019)
El
manto oscuro y nocturno, a quién le faltaba pocos minutos para difuminarse por las
caricias del sol naciente por el este, nos acompañaba, a cada uno de los allí
presentes, cerca de las inmediaciones del Museo Arqueológico de la Parroquia
Picoazá, del cantón Portoviejo, Ecuador.
Los
presentes ―personas
con un compromiso voluntario (ver foto # 1)― que,
a lo largo de la travesía, ―se
pudo percibir desde el observador que soy― expresaban emocional, lingüística y
corporalmente su relación con la región Dimensional que nos contuvo por sus
senderos, un deseo personal desde el llamado de la Humanidad individual. Así
por aquellos tres canales de expresión pude interpretar cómo se vivenció a
rasgos generales, lo que aconteció en aquella mañana tarde del 31 de agosto del
2019, en las siguientes líneas que se expresan a continuación:
Comenzamos el
recorrido ―previa a una presentación general y grupal para crear un contexto entre
los presentes―, desde una intercepción de dos senderos, a quien esperábamos a otros
presentes. En aquella espera, Alegría ―Cofundadora de ERA[1]―, propuso de manera muy acertada y
respetuosa, el dirigirnos a la Pachamama, por el ingreso a una parte de su
ancestral cerro (ver foto # 2). Así, no se hicieron de esperar, las manifestaciones de
oraciones, agradecimientos y permisos hacia la Naturaleza, desde las creencias
personales e individuales, sin embargo, compartían un «leitmotiv» en su esencia: El agradecimiento.
Quiero, desde lo personal resaltar la intervención de Alegría, quien expresó su
permiso hacia la Naturaleza dijo algo parecido a ello: «Montaña,
danos permiso para recorrer tus senderos con respeto, desde el corazón puro de
cada uno de nosotros, y guía nuestros pasos por donde transitemos»[2]
Así empezamos ―ya el manto oscuro se había esfumado en su totalidad, sin
embargo, el cielo estaba pintado de nubes por doquier―, y caminábamos ―por
entre canales erosionados por efecto de corrientes de aguas naturales en tiempo
de invierno―, un poco individuales, quizá porque era la primera vez que nos relacionábamos. Sin embargo, pocos minutos después y en
pleno ascenso nos encontramos con una primera pared vertical que manifestaba
una morfología propia de una cascada extinta. Allí se hicieron dos grupos: uno
guiados por el espíritu de «riesgo vivo» ―guiados
por José, el hijo del «Guardián del Cerro» ―; y el segundo grupo guiados por el
espíritu de «riesgo conservador» ―guiados por Miguel, quien se autodenomina el
Guardián del Cerro (¡vaya que lo es!) ―. Desde aquella primera experiencia, se empezó
a entibiar la correlación entre los presentes. Algo peculiar que pude
presenciar del grupo de «riesgo conservador», es que descendían según la
morfología del suelo en armonía con las raíces vistas de los árboles presentes,
haciéndose en manifiesto ante mis miradas una perfecta curva de Fibonacci
Humana (ver foto # 3).
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| Foto # 3. Curva de Fibonacci Constituida por Humanos dadas las condiciones morfológicas del suelo. |
En el primer de los descansos (ver foto # 4), «Guardián del Cerro», nos narró sobre la secuencia
histórica de la Virgen de la Merced, y su deseo ferviente de que lleve hasta uno
de los espacios del Cerro de Jaboncillo... Después de la intervención del «Guardián
del Cerro», hubieron tres intervenciones, que por su mensaje e invitación a la
reflexión, quiero resaltar: La primera, de un señor de avanzada edad (relativamente)
y cuya buena actitud era de estar presente, lo expresaba con un sentimiento de
gratitud (y chistes por momentos), a pesar de que se presenciaba que estaba
realizando un gran esfuerzo por avanzar por los senderos; la segunda de las
intervenciones, fue de otra persona a quien interpreté llevaba consigo todo su
bagaje cotidiano a cuestas, que le impedía de cierta manera disfrutar del “ahora”
que era obsequiado por la Pachamama y por la frescura del grupo; y la tercera intervención que quiero rescatar
de manera principal, es la del llamado a la toma de consciencia desde el centro
de su corazón que hizo Alegría (se presenciaba en su voz, en su juego de dedos
con algunas hojas secas, y en sus demás expresiones corporales), refiriéndose a
la interconexión que esencialmente tenemos los seres humanos con la Tierra (mientras se adhería, con sus
manos sobre sus brazos y hombros, tierra seca que se fundía con ella misma, sobre
el suelo donde se encontraba sentada), y alegando que nos han vendido, de
cierta manera, la tendencia al consumismo para crear una falsa identidad dentro
del entramado social en el que habitamos.
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| Foto # 4. Primer descanso en el ascenso al cerro. |
Retomamos la ruta y
empezamos a ascender hacia nuevas «cascadas secas». El sentimiento de
colaboración se hacía presente para ascender cada tramo, como también el convidar
de los alimentos que cada uno llevaba dentro de sus mochilas.
Refiriéndose al
contexto de la superficie arbórea, había tramos en las que la textura de la
superficie de los arbustos, tenían una «defensa» que mermaba hasta la más mínima pulsión
de caricias hacia ellos, debido a sus puntiagudas espinas caóticas, bajo el
juicio de lo lineal (ver foto # 5); en cambio habían otras cuya superficie eran
más amigables ―bajo los estándares y estereotipos de amigables―, pero distante de manera alguna
que por más que medrara la pulsión a acariciarlas, había una comunicación de
parte de ellas como diciéndome: ―«resígnate y siénteme desde otro de tus sentidos». Fue así que la contemplé por cierto tiempo y luego
quise tomarle una foto (ver foto # 6).
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| Foto # 5 y 6. |
Seguimos avanzando, y las risas, conversaciones casuales paralelas y
pasajeras ofrecidas por el recorrer individual de cada uno, las palabras de protección
al otro ante ciertos tramos no aptos para «suelas lisas», sonrisas compartidas
y entrelazadas por las miradas del «ahora», descansos pertinentes, no tardaron
en aparecer y manifestarse (ver foto # 7).
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| Foto # 7. Momentos de compartir y expresar la gratitud ante una foto. |
Y de repente alguien
expuso que estábamos aproximadamente a la cota 600 m.s.n.m., y el contenido de
humedad diferenciaba y refrescaba la sequedad respirada en tramos anteriores de
los senderos… Allí, bajo aquellas condiciones, el espíritu de la Vida Verde, se
impregnaba y se aferraba, o al menos ello parecía, a todo donde pudiese
manifestarse y crecer (ver fotos 8 y 9). Y bajo aquel clima, por una parte, los
signos del agotamiento físico de algunos de los presentes se manifestaban en
algunas expresiones lingüísticas como: «Ya sé que no tengo que venir con este tipo de zapatos», «por qué le hice caso a Daniela», «qué tanto
nos falta», … Y, por otra parte, un sentimiento poseído brindado
como por una energía ancestral, que invitaba a la curiosidad y a la alegría de
cada paso, de cada conversación, del silencio y de la contemplación de aquel
regalo presente…
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| Fotos # 8 y 9. |
Ya en la cima y acompañados
por la humedad agradable propia del lugar y tocados por los haces de rayos
luminosos del Sol ―quien se hacía presente en medio del juego esquivo de las
nubes― algunas personas se sentaron sobre la
superficie cálida de la montaña, otros se tumbaron al suelo y algunos otros se
quedaron de pie, mientras surgieron las conversaciones sobre el primer tramo y
como había sido la experiencia hasta aquel momento, el disfrutar de algunos
alimentos. Todo ello hacía de aquel
receso, un buen descanso que bien merecido lo teníamos (ver foto # 10 y 11).
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| Fotos # 10 y 11. Descanso en la cima del cerro. Bosque húmedo. |
Así, después de aquel
descanso entre sombras de los pacientes árboles, y con la energía renovadora
ancestral brindada por la quietud de la montaña, nos dispusimos a continuar
nuestra ruta para el descenso por otro camino distinto al de subida. Aquí, el
astro sol se manifestó es su máxima expresión ―quizá porque ya era medio día―, acariciando calurosamente toda
superficie que se encontraba en contacto con sus haces de luz.
Después de hora y media, aproximadamente, de crujir con nuestros zapatos toda especie de hojas secas sobre la superficie terrestre de los senderos transitados, , llegamos a una gran Ceiba (ver foto # 12), que tan amorosamente nos brindaba sombra y un espacio bajo su follaje amplio y cómodo, en la que cada unos de los participantes nos sentáramos y tomáramos un descanso en aquel descenso. Los primeros síntomas del agotamiento físico ya se hacia presente el algunas de las personas. Así después de risas, compartir de una funda de chifle "mágica", de conversaciones, y de algunas fotografías, nos dispusimos a continuar nuestro descenso.
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| Foto #12. En compañía de la Gran Ceiba y los Presentes. |
El Guardián del
Cerro, lideraba el frente, apartando del camino obstáculo alguno para el paso
de los presentes quienes iban tras suyo de forma lineal. Aquella linealidad
debido a los ritmos legítimos de cada uno, se dispersó, creando varios grupos
en aquel descenso. Personalmente me quise quedar hacia lo último de aquella
fila… allí pude presenciar a una pareja que demostró una cohesión humana, en
cuanto a las acciones que realizaba para poder lograr descender. Iba muy de
cerca de ellos, por lo que me fue posible presenciarlos y escuchar parte de sus
expresiones. La esposa de aquel señor con buena actitud (citado en uno de los
párrafos superiores), tenía deformado los zapatos, ello hacía que sus pasos
fuesen dolorosos, por ir frenando en cada paso en aquel ascenso. Llegó el momento
que decidió quitarse los zapatos dio unos cuantos pasos y se hincó sus pies aún
con medias, fue entonces que decidió volvérselos a poner a modo de sandalias,
pero le era aún más incómodo. Resignada se los volvió a colocar, así deformados
como estaban aquellos zapatos, y continuó su descenso junto a su pareja y la
hermana de la señora ―quién también les acompañaba―. El esposo y ella (ver figura # 13), bailaban una danza empática,
apartando lo incómodo que debió haber sido para ellos aquel descenso, donde se
reflejaba una coherencia de cariño y aprecio entre ambos, que se demostró en
todo el resto de sendero. Finalmente llegamos a el punto bajo donde nos
reunimos con los demás presentes.
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| Foto # 13. Esposos (Sr. Falconí y Sra. Geoconda). |
Después de unos
minutos, nos sentamos sobre el suelo, y bajo la sombra de los arbustos y
árboles, muy cerca de unos recipientes que contenían el almuerzo tan esperado
casi desde la cima (ver fotos # 14 y 15). Degustamos y disfrutamos de la comida ―muy sabrosa, y
que había sido preparada por la esposa del «Guardián del Cerro» ―.
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| Fotos # 14 y 15. Momento del compartir en un almuerzo. |
Así después de unos momentos de diálogos y satisfacción por el recorrido
realizado nos despedimos de manera momentánea para un próximo encuentro.
Pd. A modo personal, indico que es sólo una
mirada y parte de mí experiencia en el recorrido del SENDERO DEL PUMA. Agradezco
infinitamente a la Pachamama por la apertura de permitirnos explorar su esencia,
al Guardián del Cerro y a su hijo José, a Alegría, a Jonathan y a cada uno de
los que formamos aquel grupo estupendo.
Atte.
Manuel Macias
evolucionatuyo@gmail.com
[1]
ERA: Estrategia de Regeneración Ambiental. Para mayor información https://web.facebook.com/eramanabi/
[2]
Cita aproximada de lo expresado por Alegría en aquel momento.















Qué hermosa experiencia. Yo tengo ahora 74 años, pero hace unos 15 años hicimos un recorrido parecido con Miguel, el "guardián del cerro". Aún atesoro esos recuerdos.Alexandra Cevallos.
ResponderBorrarSaludos Alexandra.
BorrarGracias por dedicar tiempo de tu Vida a leer este resumen de tan bella experiencia. ¿Cómo no atesorar esos momentos que nos funden con la Naturaleza y nuestras raíces?
Un abrazo infinito.
Namaste!